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Ella, El y un cuento más


El gran festival estaba por comenzar, fue anunciado una semana entera con bombos, trompetas y saxofones. Todo el Clan fue invitado, todos, ninguno debía faltar. 

El entusiasmo por aquel evento era tal que las ninfas dejaron verse como se pintaban minutos antes del comienzo. Sólo restaba que el Gran Maestre Bastón de Nogal termine con su tedioso ritual nocturno. 

Planificación perfecta mediante, luego de esa rutinaria ceremonia, todos juntos iban a ir al festival, que sólo iba a empezar cuando ellos llegaran. Si bien se descartaba que la mayoría del clan iba a ir, ciertos no habían colocado aún la llave de níquel en la fuente, señal para confirmar asistencia.

Ella, única que conocía el tesoro oculto detrás de la Gran Roca, intentó de las formas más variadas durante una noche entera y desde un cenit a un atardecer que El, su revelador de tesoros, concurriera al ansiado festival. 

No hubo caso, El no le decía ni que sí, ni que no. Llegó a usar un último recurso: le confió la identidad del Escolta de Cuerdas, protector del clan. Pero no, no obtuvo respuesta concreta. Lejos de emprender un nuevo juego El no sabía de que manera decirle a Ella que no, no podía. 

El también intentó. Con artilugios de la palabra trató que Ella entendiese su mensaje sin tener que decirle ese no directamente. Ella a pesar de su enfado creía saber perfectamente porque El no le decía si iba a ir o no. Por momentos sintió culpa, era conciente que El se volvió vulnerable luego de mostrarle la joya, el tesoro de la Gran Roca. 

Una hora y media antes del festival El cruzó la puerta del Patio de Cortezas, por un pasillo de la aldea la vio, resplandeciente Ella se estaba acomodando su capa de algodones, se miraron, se saludaron, y caminaron juntos hacia la cueva del Gran Maestre Bastón de Nogal. 

En el camino Ella le volvió a preguntar. El nervioso respondió lo mismo que Ella había escuchado una noche entera y desde un cenit a un atardecer.

El ritual terminó. El hubiera querido que esa tediosa y rutinaria oratoria nocturna, sólo ese día, fuera eterna. El acomodó sus cajas de colores y su tubo de vapor e intentó hacer tiempo, esperó. 

Una ninfa se le acercó, El no la vio hasta que escuchó lo que no podía responder, si iba a ir al festival. No quiso pero sin pensar le dijo que no, que no podía. Al salir de la cuerva vio como todo el clan se agrupaba para emprender viaje al festival. 

Ella estaba entre la multitud, la vio brillante como siempre pero la sintió ofuscada. Ella sabía que El le había dicho que no iba a ir a la ninfa. El la había visto de reojo escuchando. La volvió a mirar –hubiera querido irse con ella- pero recordó el porque no le podía responder y por que no iba a ir al festejo.

El sabía que no había sido del todo revelador con Ella cuando le mostró el tesoro, no se lo dijo, se lo guardó para sí. Lo que no pudo decirle y le quema las entrañas es que Ella al ver ese tesoro se había quedado adentro de El para siempre.

Ella se distrajo en la multitud, El encendió una hoja de parra y caminando despacio se fue por el camino de luciérnagas.

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