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En la vía


Se desbocó, las puertas se abrieron de par en par, como un viento endulzado de violencia. Dibujo garabatos inconcientes de sinceridad. Bajo las luces artificiales de la noche se quitó las mascaras de sal, el escudo y la capa. Sintió frío, la ráfaga que desplegaron sus palabras lo atemorizaron más que esa espada que hace tiempo fundió. Sus ojos escucharon, la hiel quemó. Un nuevo día comenzaba sin armagedón. El caminante, entonces, se acostó sobre el terraplén de un tren que nunca va a pasar.

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