Estaba seguro esta vez. El camino que tomó lindante al que hoy esta empantanado, lo hizo en un día soleado fuera de cualquier desgracia. Sus pasos no son otra cosa que un ordinario recorrido solitario, sin ni siquiera aprovecharse de los breves atajos que el camino le brinda. En contra partida, las devoluciones que obtuvo por ese cauteloso andar fueron una fiebre de voces enlazadas en mil cabezas de hidras.
Se volvió a decir que no, y dirá que no si es necesario. Se levantó y prendió un cigarro, miró al cielo y se quedó buscando un nuevo destello que no invente supuestas bobadas en los momentos.
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