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Que tal, permiso


Los documentos le escupieron en la cara las respuestas a una de sus soledades. Las circunstancias lo llevaron a creer que había pasado una década, pero solo fueron meses. En ese tiempo sin darse cuenta había firmado un siniestro contrato de enemistad. Él se encontró con los pies pesados, quedar afuera es no pertenecer. Lo sabe, se culpa, los culpa, los necesita, los quiere. Nunca antes le había perturbado cosa similar. La amistad, la confianza amiga, la confidencia, las claves, las miradas cómplices, los secretos, los problemas, las alegrías. Cada una son palabras que debe volver a aprender, se lamenta sentirse así, casi como un reo. Ya no los lee, no le consultan, no lo buscan, no lo invitan. Simplemente uno más, uno menos ó ni siquiera resta quizás. Ese circulo conocido lo ve cerrado, lejos, aún no sabe en que momento dejó la llave adentro y la puerta se le cerró en la cara. Que tormentosos vientos los habrán azotado y él no resistió con ellos. Ausente estuvo, ausente está. Y los vientos siguen pasando, él mira de lejos, acompaña en silencio sin que lo sepan. Dentro de él les pide perdón. Intentará acercarse para sentirlos un poco y aprender de su hermandad. No sabe como hacerlo, intentará con un que tal, permiso.


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