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Desordenado



Desde que nos fuimos la cueva quedo como suspendida, estática, casi congelada con ayuda del frío de las noches. 

Cada cosa que completa ese pequeño espacio está en su lugar, quién lo viera pensaría que aún estamos allí. 

Nada ha sido movido, ni las fotos, ni la ropa, ni los adornos, ni esos recuerdos que robamos de lugares descubiertos... Ni siquiera los escritos de la pared fueron borrados. 

Todo. 

Son los únicos que pueden hablar de los dos, de hecho lo hacen, casi que gritan sobre nuestra existencia. 

Son los testigos sin miedo de nuestro paso por allí. 

Desordenadas quedaron nuestras palabras flotando por el aire, jugando con el humo de mi cigarro. Cada noche las atravieso cuando regreso a dormir. 

Al prender el velador esas cosas me observan, inevitable no pensarla. Pero pronto censuro la luz, no necesito investigar mucho por que aún están allí. 

Si yo mismo al acostarme intento descansar mi congelado cuerpo y hacer callar mi desordenada mente.


Comentarios

  1. Hola, no sé cómo llegué aquí, pero leer que los objetos pueden gritar sobre una existencia me ha estremecido. Quizás buscaba un poco de silencio en esta noche muda que no deja de dar alaridos... y te encontré. Beso.

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