Ojos ensañados con las bolas de colores, ciegos al verde paño, encandilados por faroles colgantes.
Ojos absortos ante la incertidumbre, pasillos de dudas nacientes.
Ojos dispares, ebrios de líquidos y jóvenes sentimientos sin nombres.
Ojos que se reconocen sin mirarse, perdidos en esa noche.
Pares de ojos que se ven, pero sin aprender a observarse.
Sobre la mesa una bola menos, en la bandeja una botella más,
y en ese par de ojos sólo la certeza de que no se cruzarán.
*Foto: La mirada del ser, por M.S.
(fotografía libre de retoques digitales)
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